martes, 20 de julio de 2010

Dolor, rabia, despecho, tristeza;
quemaban lentamente mis entrañas
y llenaban de odio mi cabeza.

Amor, que mueres entristecido,
no puedes ya pensar en más batallas
porque estás muerto sin haber nacido.

Las calles se estrechaban a mi paso,
y el cielo lloraba sin aliento,
aunque aparentemente estaba raso.

Corazón, que vives desconsolado
desde aquella fría tarde de febrero,
sientes, en el fondo, estar parado.

Una lágrima asomó a mi mejilla,
y en ese momento comprendí
que jamás volvería a ser una chiquilla.

El alma muta a un alma en pena,
con un único y desperado anhelo:
vivir eternamente sin consuelo,
y yacer para siempre en tus arenas.

Mi vida vagará, lejos, sin rumbo,
y sólo un aliciente tendrá:
reencontrarse con tu alma por el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario